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viernes, 4 de abril de 2014

NO LLORES, ATONTADO, RIE Y SIGUE (LITERATURA Y HUMOR)


Al parecer resulta mucho más fácil hacer llorar que reír. Ese es el tópico que suelen repetir hasta la saciedad los actores cuando se les hace la pregunta eterna. Como todos los tópicos debe de ser verdad. Además parece lógico. Nuestra vida, compuesta de alegrías y penas en diferentes proporciones, siempre acaba con un balance negativo porque al final, con todo el empeño que hemos puesto, resulta que nos morimos (así al menos ha ocurrido hasta ahora). Con esta dimensión trágica de nuestra existencia no es extraño que las lágrimas sean más frecuentes que las risas.
En literatura, si consideramos la escasez de novelas graciosas, parece que ocurre lo mismo. A la dificultad se le une además ese desprestigio de lo gracioso (al menos en España) frente a la solemnidad del drama. Hay pocas novelas, pocos ensayos y pocos escritores dedicados a hacernos reír. Con la falta que nos hace, sobre todo en estos tiempos oscuros. Porque la crisis no es otra cosa que una depresión colectiva formada por el conjunto de nuestros pequeños o grandes desánimos. Su origen puede ser económico, pero el efecto perverso en forma de espiral descendente procede sin lugar a dudas de la depresión colectiva.

Uno de los escritores que más me ha hecho reír no es novelista. Se trata de Gerald Durrell, el zoólogo inglés que nos contó a lo largo de tres libros cómo vivía una familia inglesa, la suya, en una isla griega como Corfú. El retrato cómico de su hermano Larry (el escritor Lawrence Durrell) es impagable. No creo que el pobre hombre pudiera hacer nada para quitarse de encima el estigma de jovenzuelo pedante y chinchoso con el que su hermano pequeño consiguió cargarle para la posteridad. También son muy graciosas las crónicas de los safaris que organizó por medio mundo capturando animales vivos para su zoo. De entre todas ellas tengo muy buen recuerdo de “Atrápame ese mono” (Alianza Editorial), que fue uno de los primeros libros de mayores que leí.


Tom Sharpe es otro de mis favoritos. Reconozco que no es el mejor escritor del mundo y que repite su fórmula cómica en todas sus novelas. Pero no puedo dejar de reírme a carcajadas cuando en el momento cumbre hace caer sobre el pobre protagonista todas las desgracias que ha ido preparando poco a poco a lo largo de la novela. Su mezcla de ambiente inglés, malentendidos sexuales y personajes reprimidos es inigualable.

He leído también mucho a Wodehouse, pero me da la sensación de que no ha envejecido bien. Recuerdo haberme reído mucho con “Mal tiempo”, una novela en torno a la cría de cerdos. Sin embargo, hace unos años la releí y ya no me pareció tan divertida.

Siempre recomiendo “La vida exagerada de Martín Romaña” de Alfredo Bryce Echenique. Es una novela muy divertida sobre un joven peruano hijo de oligarcas que vive en París en 1968 y trata a toda costa de integrarse en las células revolucionarias de la época. Todos los esfuerzos están destinados, como casi siempre, a conquistar a una chica. En esta novela lo cómico no está tanto en lo que cuenta como en el propio estilo de Alfredo Bryce. Qué pena que lo haya perdido en sus últimas novelas.

Con “La conjura de los necios” me pasó algo muy raro. La leí casi de adolescente y no me reí nada de nada. Hace unos años lo volví a intentar y me sorprendí muerto de risa con las extravagancias de esa mezcla peligrosísima de don Quijote y Sancho Panza que es Ignatius Reilly. Supongo que de adolescente ya me sentía yo suficientemente raro como para que me hiciera gracia un ser tan excesivo, sospechoso y marginal como Ignatius. Su autor, como todo el mundo sabe, se suicidó. No sé, a lo mejor para él no era una novela cómica. Quizás trataba de ser realista.

Algo parecido me ocurrió con Pennac y su familia Malaussenne. Cuando viví en París todo el mundo me la recomendaba, la librera que me vendió el primer tomo me advirtió que lloraría de risa y, la verdad, no fue para tanto. A lo mejor tengo que darle otra oportunidad. Me gustó mucho, sin embargo, “Como una novela”, y dicen que “Mal de escuela” está bastante bien.

Y aquí llego a mi debilidad total: Guillermo Brown, el personaje creado por Richmal Crompton. Me reí con él de pequeño, me reí de adolescente y me sigo riendo hoy en día cuando cojo al azar cualquiera de sus libros (los tengo todos) y leo al azar también cualquiera de sus historias. Las primeras son de principios del siglo XX y las últimas de los años sesenta. Cómo consiguió esa mujer (que yo pensé durante años que era un hombre) mantener un nivel tan alto de comicidad a lo largo de cincuenta años, para mí es un misterio. Cómo pudo la institutriz Richmal Crompton meterse en la piel de ese niño independiente y libertario de diez años, un milagro. Leer los libros de Guillermo forma parte de los placeres de estar vivo.


Cuando releo esta entrada me doy cuenta de que hay mayoría de anglosajones ¿Querrá decir algo?
En fin, contra la crisis y el decaimiento anímico lo mejor, además de la lectura de cualquiera de estos libros, es seguir la pauta de Paolo Conte: “Non piangere, coglione, ridi e vai”.

9 comentarios:

  1. Muy buena nota. Interesantes recomendaciones. Me acordé de "Lo cómico y la regla" un artículo de Umberto Eco que reflexiona sobre la universalidad de lo trágico y la regionalidad de lo cómico. Además, me parece que los mecanismos para generar risa en literatura exigen de un lector avezado, con muchas lecturas previas, que entienda la ironía, la hipérbole, la parodia. Gracias por las recomendaciones.

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  2. Gracias a ti por tu interesante aportación. Sin embargo, no estoy seguro de que hagan falta tantos requisitos para reírse con, por ejemplo, Tom Sharpe, Wodehouse o Gerald Durrell. No son humoristas especialmente intelectuales.

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  3. Coincidimos con Guillermo Brown, tengo (creo) todos sus libros y, aproximadamente, cada diez años me los leo todos de un tirón. Siempre me sorprende la frescura de los personajes a pesar del tiempo transcurrido.

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  4. Ya sé que los gustos de cada cual son muy personales, pero a la lista mostrada más arriba, le añadiría el libro que, para mí, se lleva la palma en temas de humor. Además es breve, se lee en dos o tres días. Me refiero a "El destino se llama Clotilde" de Giovanni Guareschi. Sí, el mismo que escribió las inolvidables andanzas de Don Camilo.

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    1. Siento no haber respondido antes. Muchas gracias por tus comentarios y tu recomendación. La buscaré.

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    2. Siento no haber respondido antes. Muchas gracias por tus comentarios y tu recomendación. La buscaré.

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  5. Cuando la realidad cotidiana cae sobre mí con todo su abrumador peso, releo los libros de Guillermo y casi siempre acabo llorando...de risa

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