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miércoles, 28 de mayo de 2014

ACABO DE LEER... "LAS CHICAS DE CAMPO" DE EDNA O’BRIEN (ERRATA NATURAE)



Edna O’Brien causó un buen escándalo en la Irlanda rural de 1960 cuando publicó su primera novela, “Las chicas de campo”. Se trataba del primer intento literario de superar el ambiente claustrofóbico y ultra religioso que se vivía en el país por aquel entonces; cuando el párroco de su pueblo compró varios ejemplares de la novela y los quemó en plena calle no hizo sino consolidar su éxito y de paso convertir la novela de O’Brien en mito.

Desde el punto de vista estrictamente literario, “Las chicas de campo” es una primera novela meritoria, pero todavía muy lejos de ser perfecta. Aun así, ya se ven en ella detalles de inmensa calidad que no hacen sino anticipar la larga carrera de O’Brien como escritora hasta llegar a ser considerada hoy en día como la decana de las letras irlandesas.

La trama es sencilla, dos amigas que viven en un pequeño pueblo irlandés en la década de los cincuenta tratan por todos los medios de escapar de ese microcosmos rural para poder sentirse libres y dueñas de sus destinos. Para ello las seguimos a través de su infancia y adolescencia desde la escuela rural hasta la gran ciudad que para ellas es Dublín pasando por su estancia durante varios años en un colegio interno de monjas. Ni que decir tiene que nada de lo que pudiera haber escandalizado a los biempensantes de 1960 en Irlanda nos hará ni siquiera ruborizar mínimamente a los occidentales del siglo XXI. En cualquier caso se lee con agrado y nos permite viajar en el tiempo hasta esa Irlanda que ya retrató para el cine John Ford en “El hombre tranquilo”.

martes, 27 de mayo de 2014

14.000 COSAS POR LAS QUE SER FELIZ


Internet se ha convertido en la biblioteca de Babel de Borges, probablemente ha llegado incluso más lejos de lo que el propio Borges hubiera podido imaginar. Esto es algo que ya no se puede discutir: la biblioteca de Babel y la nueva revolución industrial han surgido en torno a esa realidad virtual y bastante intangible que es Internet. Pues bien, deambulaba yo el otro día por los pasillos de esta Babel buscando referencias y dibujos del ilustrador franco-vietnamita Pierre Le-Tan, que me gusta mucho, cuando, por la teoría de las cerezas tan propia de Internet (ya sabéis, quieres sacar una de un cesto, pero los rabitos se van enredando de manera que al final te quedas con otras cuatro o cinco), aparecí en un libro titulado “14.000 things to be happy about”, es decir “14.000 cosas por las que ser feliz” o, siendo más modestos, “por las que estar contentos”. El libro es simplemente una lista descomunal de cosas o experiencias que pueden resultar más o menos agradables para el que las está leyendo (o al menos para el que las ha escrito), algo muy en la línea (aunque menos desarrollado literariamente) de aquel libro de Philippe Delerm que salió hace algunos años, “El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres”.


El libro “14.000 cosas…”, al ser una simple enumeración sin desarrollo alguno de elementos variopintos como el pastel de fresa, una vasija rara o ir despacio por la mañana, es más una chorrada que otra cosa, esa es la verdad. El de Philippe Delerm le da cien vueltas. Pero, no sé, un cierto estado de ánimo, unido al dichoso libro, me ha hecho pensar que podría ser una buena idea enumerar a continuación algunas de las cosas que me hacen feliz (o, siendo más modestos, estar contento). Ahí van:

Encontrar papeles olvidados en mis libros. Esto es algo bastante más difícil con el libro electrónico. Pueden ser dibujos, notas, billetes de metro,…
Un cielo en el que se pueden ver varios tipos de nubes a la vez.

Una excursión por el campo en un día que amenaza tormenta. Para que el día sea perfecto la tormenta debe producirse finalmente.

Los resultados favorables de unas pruebas médicas en las que podía salir cualquier cosa.

Escuchar “Close Cover” o “After Virtue” de Win Mertens.

Escuchar “Drowning by numbers” de Michael Nyman.

Leer en la terraza con una cerveza y la gata rondando alrededor.
Acabar un puzle.
Descubrir cosas nuevas en Internet (sobre todo escritores, pintores, músicos,…).
Una cazuela de mejillones al vapor.

Avistar un pájaro durante un paseo y ser capaz de identificarlo.

Contar un chiste muy viejo a mis hijos y que les parezca nuevo y graciosísimo. Por ejemplo el de Jaimito y el monstruo de los ojos rojos.
Reírme con una buena comedia.

Ver una buena película en una sala de cine oscura con el sonido y el enfoque perfectos.

Tomarme, como cuando era pequeño, un Diabolo Grenadine (sirop de granadina con limonada) sentado en una terraza de algún pueblo del Midi francés.

Reconocer un olor que me transporte a otro tiempo, otro lugar u otra persona.
Los caracoles que aparecen después de la lluvia.

Escuchar a alguien que tiene algo que decir y que sabe cómo hacerlo.

Leer un libro escrito por alguien que tiene algo que decir y que sabe cómo hacerlo.
Y así, etcétera hasta 14.000.

lunes, 26 de mayo de 2014

ACABO DE LEER... "PAUL EN LOS SCOUTS" DE MICHEL RABAGLIATI (ASTIBERRI)



El diseñador gráfico canadiense Michel Rabagliati comenzó a publicar su serie de cómics sobre Paul ya con 38 años en 1999. Desde entonces ha sacado siete títulos a través de los que sigue la infancia de un niño quebequés de finales de los sesenta y principios de los setenta. Son historias medio autobiográficas en las que no solamente queda retratada la infancia de un niño normal, sino también la propia sociedad canadiense de la época, incluida en este caso la crisis que se creó en el país con el secuestro y posterior asesinato del vice-primer ministro por parte del Frente de Liberación Quebequés.

Una vez más, el cómic resulta ser un formato ideal para transmitir ambientes, sensaciones y sentimientos complejos de forma amena. Así pues, os recomiendo no sólo este título sino toda la serie dedicada a Paul.

jueves, 22 de mayo de 2014

ACABO DE LEER... "APUNTES DE UN VENDEDOR DE MUJERES" DE GIORGIO FALETTI (ANAGRAMA)


Giorgio Faletti ha aprendido mucho desde "Yo mato", su primera novela, un best seller muy entretenido, pero con un estilo algo tosco y un claro exceso de páginas. Han pasado diez años y tres novelas desde entonces, y Faletti no ha perdido el tiempo, en "Apuntes de un vendedor de mujeres" ha alcanzado un estilo mucho más depurado y se ha dado cuenta por fin de que se puede contar lo mismo y mejor en menos espacio.

Estamos ante una estupenda novela negra que se desarrolla en un ambiente que Faletti conoció muy bien, el Milán de los años 70. Por eso es capaz de describir perfectamente los tugurios, las salas de fiesta, los casinos ilegales, los personajes noctámbulos y el ambiente político de la época. En esta historia no falta ninguno de los elementos que suelen otorgar la condición de "novela negra", un protagonista interesante, ingenioso y distinto (Faletti consigue que lleguemos a sentir empatía por un proxeneta castrado y asocial, que ya tiene mérito), una mujer fatal, delincuentes de baja estofa, la Mafia, las Brigadas Rojas, políticos corruptos, personajes ambiguos que casi nunca son lo que parecen... En fin, una historia que se lee sin respiro y que le deja a uno con ganas de más.

martes, 20 de mayo de 2014

QUÉ LEER Y DÓNDE


Lo bueno de un título tan tonto como este es que debajo se puede escribir casi sobre cualquier cosa. Yo lo voy a hacer sobre los dos sillones de orejas que compré hace unos años porque “mira que complemento tan ideal y necesario para esta estantería con baldas rotundas de madera que se extiende por tres paredes y dos puertas del salón”. Dos sillones de orejas en uno de los rincones, con su mesa auxiliar y su lámpara de pie entre ellos. Qué mejor lugar para la lectura concentrada de obras maestras y menores, me dije. Y, claro, me equivoqué de cabo a rabo, y no porque no sean útiles. De hecho, los uso para sentarme mientras le lavo los dientes a mi hijo pequeño, para dejar el abrigo cuando no me apetece colgarlo en el armario, para dejar las bolsas de libros que acabo de comprar; los usa la gata para sus siestas de invierno (para las de verano prefiere la mecedora porque corre más el aire), para afilarse las uñas en el respaldo (a pesar de que sabe que está prohibidísimo); los usan los niños para esconderse detrás y “¿vale que esto era una cueva?”, para perder las zapatillas y las pelotas pequeñas debajo, para subirse a ellos y saltar desde las alturas como los superhéroes (a pesar de que saben que está prohibidísimo), hasta los usan las visitas para sentarse… En fin, que son útiles, lo que pasa es que se usan para todo menos para pasar la tarde sobre ellos con una buena novela entre las manos. Y juro que al principio lo intenté. Lo tenía todo. El té, el sillón, la mesa auxiliar para dejar el té, la novela, la lámpara de pie para iluminar la novela, a mí mismo sentado tranquilamente… El problema es que tanta perfección me distraía de la lectura. Me acababa elevando sobre mi mismo como en un viaje astral y disfrutaba tanto de la estampa lectora que no era capaz de concentrarme en lo que estaba leyendo.


Ha sido con experiencias parecidas a ésta y con el tiempo como me he ido dando cuenta de que donde suelo leer mejor es justo en aquellos lugares que no están específicamente pensados para leer mejor. Y además necesito una ligera incomodidad y algún límite de tiempo, algo parecido a “tengo una hora para leer antes de…”. Por eso quedan descartados todos los lugares y momentos evidentes desde el punto de vista del mito de la lectura. Al final me quedo con dos lugares favoritos: la cocina y el cuarto de baño. En la cocina me gusta sentarme en paralelo a la mesa y con un codo apoyado en ella. Un té es bien recibido.


El cuarto de baño es un caso aparte. Desde mi punto de vista reúne todos los requisitos indispensables para una buena lectura. Tiene un asiento ligeramente incómodo, hay un cierto límite temporal y es un espacio apartado donde se supone que no se debe entrar sin permiso. Los niños suelen respetarlo, por eso es un lugar muy recomendable cuando se tienen hijos. Eso sí, es imprescindible vivir en una casa con dos cuartos de baño con el fin de no acabar envenenando la convivencia familiar.
A los lugares de lectura móviles, no les voy a dedicar mucho tiempo. En los coches y autobuses me mareo; en los trenes, aviones y barcos, me distraigo. Y de la playa ni hablar, demasiada arena, demasiado viento y demasiado sol. Las bibliotecas tampoco me inspiran mucho, las tengo más asociadas a exámenes parciales y finales que a cualquier tipo de placer lector. Los jardines no son malos lugares, pero son tan distraídos. Los mirlos y los gorriones no respetan nada, no paran de cantar y piar. Sin embargo la terraza de mi casa no está mal. El ruido del tráfico te abstrae de cualquier otro sonido. Y además es un lugar aislado y algo incómodo.



En cuanto a qué leer, sólo añadiría (con el mismo espíritu de síntesis con el que he despachado la cuestión del lugar de lectura) que para mí es fundamental que la novela que estoy leyendo tenga una trama alejada del lugar donde me encuentro. Al principio, cuando me iba de vacaciones solía llevarme novelas marítimas a la playa, rurales al pueblo o urbanas a la ciudad. Un error. Con el tiempo descubrí que, si de verdad quería que el libro me interesara, debía hacer justo lo contrario. Pero es difícil. Todavía tengo tentaciones del tipo voy a Estambul, Pierre Loti; voy a la playa, Conrad; voy a París, Maupassant; voy a la montaña, Mann; voy a Grecia, Kazantzakis; voy al pueblo, Delibes; voy a Lisboa, Pessoa. Debo resistirme porque siempre acabo saturado. A fin de cuentas, la lectura debe servir como evasión, muchas veces más en el sentido de escapada o huida que en el de distracción.

jueves, 15 de mayo de 2014

ACABO DE LEER... "STONER" DE JOHN WILLIAMS (BAILE DEL SOL)


“Stoner” es una novela tristísima sobre la vida quizá porque la vida a fin de cuentas, si le quitamos todas sus distracciones y pequeños alicientes, es esencialmente triste, un camino de derrotas y pérdidas hasta la derrota y la pérdida final. A William Stoner no le suceden grandes dramas, pero tampoco grandes alegrías, su vida es una sucesión de pequeñas decepciones que acaban configurando una enorme decepción vital. Como se dice hacia el final de la novela, ni su vida fue fácil ni él se ocupó de hacerla fácil. “¿Qué esperabas?” se pregunta una y otra vez Stoner al final de su vida, “¿qué esperabas?”. Y está claro que el pobre Stoner no esperaba nada y quizás por eso fue muy poco lo que obtuvo.

“Stoner” es una novela de una grandísima calidad. Y cuanta además con una enorme virtud, la capacidad narrativa de John Williams. A pesar de que no ocurre gran cosa, se lee en dos sentadas, porque acabas pasando las páginas a la manera vertiginosa en que se pasan en las novelas de acción o de misterio, y eso, claro, es merito del impecable estilo de John Williams. Nos queda claro que sabe cómo contar una historia.

Advertencia final: No leer en caso de estado de ánimo tristón.

sábado, 10 de mayo de 2014

ACABO DE LEER... "EL JILGUERO" DE DONNA TARTT (LUMEN)



Un novelón, la mezcla perfecta entre calidad literaria y entretenimiento, más de 1.000 páginas que casi se leen solas y que nos provocan esa incoherencia tan propia de las grandes obras que hace que tratemos de llegar al final lo antes posible y al mismo tiempo no queramos que la novela se acabe nunca. Tiene algo de Dickens, algo de Dostoyevski, algo de Highsmith,… Sus personajes son creíbles, ambiguos, contradictorios, tan reales que parecen estar vivos. Paseamos por Nueva York, Las Vegas o Amsterdam como si estuviéramos allí. Y aprendemos algo más sobre el dolor por la pérdida de los seres queridos, sobre las relaciones entre padres e hijos, sobre la fragilidad de nuestra vida, la inestabilidad de lo que consideramos seguro y cotidiano, y también sobre el descenso a los infiernos y lo difícil que resulta escapar de ellos. En resumen, una novela total, una novela redonda.

Es la primera vez que leo algo de Donna Tartt, pero ya le he echado el ojo a “El secreto”. Espero que no me defraude.

viernes, 9 de mayo de 2014

POR QUÉ CREO QUE LA LITERATURA ES LA EXPRESIÓN ARTÍSTICA MÁS COMPLETA

“Cuando hablo de cultura, hablo de cultura como consuelo y explicación…Lo que quiero es que la cultura permita a la gente poder consolarse. La cultura es un analgésico. No quita el mal, pero ayuda a soportar el mal”.


Esto es lo que dijo hace tiempo Arturo Pérez Reverte cuando le entrevistaban en la revista “Qué leer”. Y cuando hablaba de “cultura” yo leía “arte”. Y entonces por esos juegos aparentemente de azar que rigen las asociaciones de ideas me dio por preguntarme cuál podría ser la expresión artística más completa de todas usando como criterio la capacidad de consuelo y explicación, pero también la proximidad a la idea original y la accesibilidad.
En cuanto a capacidad de consuelo y explicación, me parece que todas podrían estar a la par. A lo mejor, la arquitectura podría llegar a resultar algo más fría, o menos consoladora, quizás por su aspecto práctico. De esto no estoy seguro. Supongo que dependería de cada obra.

Si nos guiamos por su mayor o menos proximidad a la idea original del artista, la que se queda descolgada es la música. A fin de cuentas lo que hacen los músicos es interpretar (en todo el sentido de la palabra) lo que un compositor de hace varios siglos escribió en una partitura. Las notas coincidirán, pero el estilo y el tempo variarán no sólo según las épocas, sino también según los intérpretes y los instrumentos. No tenemos ninguna garantía de que el mejor intérprete actual de Bach se aproxime ni siquiera mínimamente a lo que Bach pretendía. El asunto puede ser todavía más enrevesado cuando el intérprete es contemporáneo del compositor porque puede incluso ocurrir lo contrario, es decir que éste reconozca en el intérprete mayor capacidad que la suya para interpretar su propia música de acuerdo con su ideal de creación.



Por último, si usamos el criterio de la accesibilidad, pierden muchos puntos la pintura, la escultura y la arquitectura, porque para acceder a ellas tenemos que estar cerca de la propia obra, que es única. A pesar de la vorágine viajera y voladora que nos ha dado a todos desde el final del siglo XX, para un español las obras expuestas en el Hermitage de Moscú o en el MOMA de Nueva York no se pueden considerar accesibles. Dependiendo del estado físico de cada uno, puede no ser accesible ni siquiera el museo de la propia ciudad. Por no hablar de las colas, los apretujones, los horarios, las colecciones privadas…

En cuanto a la música, su versión en directo conlleva los mismos problemas que la pintura, escultura y arquitectura incrementados por el coste (un concierto suele ser más caro que la entrada de un museo); y su versión grabada se aleja ya demasiado de la creación original. Estaríamos hablando de la reproducción de lo que un intérprete considera que podría ser la idea de un compositor. Demasiados intermediarios.

Así que, una vez pasadas las principales expresiones artísticas por estos tres filtros mágicos, llegamos a la conclusión de que las que cuentan con un grado mayor de consuelo, próximidad a la idea original del artista y accesibilidad podrían ser el cine, la fotografía o la literatura.
El cine, sin embargo, tiene un problema de autoría. Suele ser un trabajo demasiado colectivo, depende de demasiadas personas como para que estemos seguros de que está representando bien lo que uno sólo (¿Quién? ¿El guionista, el director, el productor, los actores?) quería decir. De hecho, hay auténticas obras maestras fruto de la improvisación y los errores acumulados. Películas por las que ninguno de los que participaron en ellas apostaba, con múltiples cambios de guionista o director.

La fotografía no tiene problemas con la autoría, pero sí participa, aunque en menor grado, de algunos de los problemas de accesibilidad de la pintura. No porque las fotografías sean piezas únicas, sino porque en cualquier caso las copias (si se puede usar esta palabra) son escasas y suelen estar expuestas en museos, galerías o colecciones privadas.

Así que, mira qué sorpresa, en mi opinión la literatura es la expresión artística más completa porque nos ofrece consuelo, recoge de manera directa la expresión del autor, y está al alcance de todos nosotros. Y todo eso hasta tal punto que cuando leemos un libro de Delibes, de Cervantes, de Javier Marías, de Dickens (si leemos en inglés) o de Flaubert (si leemos en francés) podemos estar seguros de estar disfrutando de su obra con la misma intensidad con la que un coleccionista particular podría contemplar en el salón de su casa una pintura de Monet o una escultura de Canova. Lo que leemos es exactamente lo que el autor escribió de la misma manera que lo que ve ese coleccionista particular es exactamente lo que Monet pintó o lo que Canova esculpió. Y sólo por seis, diez o veinte euros. Quién puede tener en su casa “Las Meninas” o “La Venus de Milo” por seis, diez o veinte euros.

martes, 6 de mayo de 2014

ACABO DE LEER... "RITUALES COTIDIANOS. CÓMO TRABAJAN LOS ARTISTAS" DE MASON CURREY (TURNER NOEMA)



A mí este libro me ha encantado, aunque reconozco que para disfrutarlo no sólo hay que ser un buen aficionado a la literatura o al arte en general, sino también un fanático de los procesos creativos y además un verdadero cotilla porque lo que cuenta es justamente lo que anticipa el título, la rutina cotidiana de trabajo de más de ciento sesenta escritores, pintores, científicos e inventores. Su hora de levantarse, de acostarse, de comer, si se echan siestas o no, si dan paseos largos o cortos, cuándo trabajan, dónde, cuántas horas, etc… Detrás de todos esos datos hay un esfuerzo enorme de documentación cuyas fuentes se recogen a lo largo de 233 notas.

El origen de este libro se encuentra en el blog con el mismo asunto y título que mantenía su autor, y la verdad es que se nota porque, a pesar de que, ya digo, soy un fanático de los procesos creativos y un cotilla, tanto ritual cotidiano puede hacerse un poco reiterativo y al final ya no sabes si el que se levantaba a las cinco de la mañana era Dickens o Updike. En un blog que se actualiza tres o cuatro veces al mes, esto no es un problema, pero en un libro podría serlo. Bien es verdad que nadie obliga a leerlo de un tirón. Es más, yo recomendaría recorrerlo al azar en los ratos muertos.