NO ES “EL
GUARDIÁN ENTRE EL CENTENO”, PERO SE LEE CON AGRADO.
Estamos ante una historia clásica de iniciación, de transición al
mundo adulto, eso que los cursis llaman un "bildungsroman". De hecho,
su protagonista, el perspicaz e hipersensible James Sveck, nos recuerda de
alguna manera al Holden Caulfield de "El guardián entre el centeno",
la gran novela canónica de formación del siglo XX. Aunque la rabia y la
marginalidad que arrastra el Holden Caulfield de Salinger son muy superiores a las
del personaje de Cameron.
James Sveck es muy neurótico, algo insolente, y también un poco asocial,
aunque todo ello lo maneja de una forma bastante divertida, al menos para los
que lo contemplamos a través de la lectura. Se puede decir que cuenta con las
características propias de un adolescente común, alteradas a mejor por su
inteligencia, pero complicadas a su vez por un par de circunstancias más bien
traumáticas que se irán viendo a lo largo de la novela.
En cualquier caso, James vive en un buen barrio de Nueva York, en el
entorno privilegiado que le proporcionan su madre, dueña de una galería de arte,
y su padre, abogado de un gran bufete. Y su mayor expresión de rebeldía es su
negativa a estudiar el siguiente curso en la exclusiva Universidad de Brown.
Está claro que no hablamos de alguien que tiene que luchar por la subsistencia
ni nada parecido. Sus problemas son los propios de un miembro de la clase
media-alta neoyorquina y, por lo tanto, sólo relativamente graves. En este
sentido, el título quizás resulte algo desmesurado. No estamos ante un gran
drama. Esto es importante señalarlo tanto para no asustar a los posibles
lectores que huyen de argumentos duros, como para no decepcionar a aquellos a
los que les gustan.
Aunque el punto fuerte de la novela no está en su trama, sino en sus
divertidos diálogos, muy agudos y ágiles. Las réplicas y contrarréplicas
ocurrentes se suceden en casi todas las conversaciones para mayor disfrute del
lector. Entre las mejores, se encuentran las que mantiene con su psiquiatra,
tremendamente conseguidas (y muy bien captada la relación terapeuta - paciente
con resistencias), con sus padres, o con su abuela, mucho más apacibles.
Por lo demás, la novela está bien escrita y su lectura resulta ágil y muy
agradable, pero no me parece que sea la “gran novela americana” ni, como se
dice en la contraportada, una de las mejores novelas sobre la ciudad de Nueva
York o una de las más sutiles sobre el 11S, que es algo que se toca muy
tangencialmente. Las editoriales deberían tener cuidado con las expectativas
que crean en sus contraportadas. Siempre es mejor sorprender que decepcionar.