Buscar este blog

jueves, 27 de noviembre de 2014

ACABO DE LEER… “LUCRECIA BORGIA, LA HIJA DEL PAPA" DE DARIO FO (SIRUELA)


El autor es Dario Fo, así que el resultado no puede ser una novela al uso ni tampoco una biografía corriente; es ante todo una obra de Dario Fo y su estilo está siempre bien presente para que no haya dudas. Con ella, el Nobel italiano no sólo pretende limpiar la imagen de Lucrecia Borgia, sino que además le ha servido como homenaje póstumo a Franca Rame, su mujer, recién fallecida (2013). En cualquier caso, se lee de un tirón y, si aceptamos lo que aquí se nos cuenta, podremos cambiar nuestros prejuicios acerca de Lucrecia Borgia para ver en la hija del papa Alejandro VI y hermana del terrible César Borgia, una mujer cultivada, sensible y muy alejada de la despiadada intrigante que siempre nos ha pintado la leyenda. De hecho, según Dario Fo, ella fue ante todo la primera víctima de las intrigas de su padre y su hermano.

Al parecer, lo que Lucrecia Borgia sí tenía era una gran habilidad política que la llevó en varias ocasiones a ser regente en el ducado de Ferrara cuando su marido estaba ausente. Probablemente este rasgo fue lo que alimentó su leyenda negra porque la inteligencia en las mujeres pocas veces se ha perdonado a lo largo de la historia.

La edición española, a cargo de la Editorial Siruela, no puede ser más bonita, con el añadido al final del libro de una galería en color de los principales personajes retocados por el propio Darío Fo (con la colaboración de Jessica Borroni y Michela Casiere) sobre retratos de época. La forma en la que interviene Dario Fo sobre estos retratos ilustra además la manera en que interviene literariamente sobre la historia de la propia Lucrecia. Por eso estas ilustraciones no son gratuitas, sino un verdadero complemento del texto.

domingo, 23 de noviembre de 2014

ACABO DE LEER… “EL CLUB DE LOS ESTRELLADOS" DE JOAQUÍN BERGES (TUSQUETS)


Qué estupenda primera novela. Empecé a conocer la obra de Berges por la segunda, "Vive como puedas" y me gustó, pero reconozco que ésta me parece todavía más redonda y, de alguna forma, más cuidada, aunque las dos están muy bien. En "El club de los estrellados" hay de todo; empieza como novela costumbrista, psicológica después, y poco a poco se le van uniendo elementos románticos, eróticos y criminales hasta que se convierte en una perfecta novela negra con la presencia de todas sus características canónicas. A ellas hay que añadir además un sutil sentido del humor que el lector agradece muchísimo para moderar en algunos momentos la intensidad de lo que se nos cuenta. En "Vive como puedas" hay también mucho humor, más que en ésta, pero prefiero la forma en que lo utiliza aquí, con delicadeza, sin exceso, limitándose a suavizar con él la crudeza de la trama.

"El club de los estrellados" no es sólo una buena novela, también es una novela compasiva y luminosa en el sentido literario en que utilizaba ambos términos el escritor español Pablo D'Ors en una entrevista reciente:

"Para mí esta visión compasiva, o piadosa en el mejor sentido de la palabra, me parece de una gran sabiduría. Y esto lo saco a colación porque casi todos los escritores son escritores de la oscuridad. Cioran o Bernhard, que hemos citado, o el propio Pessoa, aunque Pessoa tiene alguna cosa un poco más luminosa. Pero poquísimos escritores son escritores de la luz. Los puedes contar con los dedos de la mano. Y en cambio yo me siento llamado a ser un escritor luminoso, y eso no significa ser un escritor ignorante de la oscuridad. Pienso que la luz es más difícil de ver que la oscuridad, pero no porque no exista, sino porque exige entrenar más los ojos y entrenar más el corazón. Los escritores luminosos para mí han pasado ya por la oscuridad y han hecho el camino más largo. Muchos autores son muy implacables con sus personajes, muy crueles; yo me siento inclinado a ser tierno y benévolo con ellos".

Necesitamos más escritores de la luz para estos tiempos tan oscuros.

domingo, 16 de noviembre de 2014

LAUDES, PRIMA, TERCIA, SEXTA, VISPERAS, COMPLETAS, MAITINES


Los votos de obediencia, castidad y pobreza, hacen que la vida monástica resulte hoy en día una opción muy poco atractiva incluso para las personas más religiosas. Sin embargo, en estos tiempos oscuros y turbulentos como los de Uther Pendragon sí que hay algo en la vida apartada, tranquila y ordenada de los monjes que algunos, no necesariamente religiosos, echamos de menos en nuestra vida cotidiana. A mí particularmente lo que más me fascina de su estilo de vida, lo único incluso, es su rutina, su reparto del tiempo, el archiconocido concepto de ora et labora de los monjes benedictinos. Tampoco es extraño. No hay que olvidar que nuestra concepción actual del tiempo deriva del propio esquema temporal monástico y antes romano.

En el siglo VI, San Benito de Nursia, fundador de la orden benedictina, redactó la Regla por la que iban a regirse sus monjes en el futuro. La Regla de San Benito fue fundamental en el desarrollo de las otras órdenes monásticas, de hecho sirvió de inspiración para la casi totalidad de las que se fundaron después. La gran escisión cisterciense, la que promovió algunos siglos después San Roberto de Molesmes desde el monasterio de Cîteaux, tuvo también su origen en la propia Regla porque su causa principal fue el alejamiento benedictino de la esencia de la Regla y la consiguiente relajación de costumbres que emanaba de la abadía de Cluny. Se trataba en definitiva de volver al cumplimiento estricto de la Regla.


Volviendo al asunto del horario, uno de los preceptos de la Regla, basándose en el libro de los Salmos (“Siete veces al día te alabaré” ) obliga a los monjes a rezar en siete momentos puntuales del día establecidos con bastante precisión. Las oraciones que deben rezar están relacionadas con cada momento del día, que a su vez se vincula con las distintas etapas de la vida. De manera resumida las horas son las siguientes:

LAUDES (en torno a las 7 de la mañana)
Está relacionada con la salida del sol, con el despertar, el nacimiento y la resurrección. Es un momento de alegría por el nuevo día que comienza.


TERCIA (alrededor de las 9 de la mañana)
Es la hora tercera del día (para los romanos el día comenzaba en Prima, a las 6 de la mañana). Tercia, Sexta y Nona, las llamadas horas menores, representan el paso por la vida de los hombres. Tercia tiene mucho que ver con el comienzo de la jornada laboral por eso es la única oración que no se reza en la iglesia sino en el propio lugar de trabajo. También representa el comienzo de la vida adulta.


SEXTA (a las 12:00 de la mañana)
Es el momento en que el sol se encuentra en su punto más alto (de esta hora se deriva la palabra siesta en español), es la mitad del día, también la mitad de la vida, el momento de detenerse un rato y reflexionar antes de afrontar lo que queda del día.


NONA (a las 3 de la tarde)
Justo después de comer y del descanso posterior. Se inicia el trabajo de la tarde. El sol comienza su descenso. Somos conscientes del paso del tiempo, de la brevedad de la vida. La famosa crisis de los cuarenta y de los cincuenta, la difícil adaptación a la idea de que ya no seremos jóvenes nunca más.


VÍSPERAS (6 y media de la tarde)
Es el crepúsculo, el fin de la luz, la inquietud por la oscuridad que llega y la duda de que pueda volver a salir el sol. La jornada activa se acaba y llega el momento de hacer balance del día. También puede ser el fin de la vida laboral, la jubilación.


COMPLETAS (antes de acostarse, en el caso de los monjes entre las 8 y las 9 de la noche)
Es la hora de dormir y por supuesto un correlato de la muerte (ya lo decía Hamlet, “morir, dormir, no más”), el momento para los monjes de ponerse en manos de Dios con la esperanza de la resurrección. No hay luz ni sonidos de animales. Todo queda en silencio.


MAITINES (4 y media de la mañana)
Cuando el resto de la humanidad duerme, llega el tiempo de rezar por ella, y también para que la luz vuelva de nuevo, la resurrección para los cristianos.


Las oraciones, generalmente salmos, que deben rezarse en cada uno de estos momentos se recogen el los Libros de Horas. Algunos de ellos se han hecho muy famosos por sus iluminaciones como el de “Las muy ricas horas del Duque de Berry”.


sábado, 15 de noviembre de 2014

ACABO DE LEER… “EL OLVIDO DE SÍ" DE PABLO D’ORS (PRE-TEXTOS)


Después de leer “Biografía del silencio” de Pablo D’Ors, ese magnífico e íntimo ensayo acerca de la meditación publicado por Siruela, quería conocer algo de su obra de ficción y, tras mucho dudar, me decidí por “El olvido de sí”, aunque al final no sé si fue la mejor elección por que esta novela debe de ser casi seguro la menos novelística de sus novelas, ya que se trata más bien de una biografía novelada, o mejor aún, de una biografía espiritual novelada. El protagonista es Charles de Foucauld (Estrasburgo, 1858- Tamanrasset, 1916), vizconde, militar, explorador, trapense y finalmente sacerdote eremita en Marruecos. Pablo D’Ors nos muestra el tránsito de esta persona, que efectivamente existió, desde su ateísmo juvenil hasta su conversión o, más bien, reencuentro con la Iglesia Católica y su paulatina inmersión en el misticismo ascético en medio del desierto, en el Norte de África. Así contado, reconozco que el argumento puede espantar un poco al lector actual. Sin embargo, la narración tiene verdadero interés, se podría decir incluso que resulta fascinante, y no sólo para los lectores religiosos, sino también para aquellos de entre los agnósticos o ateos que sean curiosos e inteligentes porque no hay muchas ocasiones como ésta para poder seguir tan de cerca la experiencia mística de un ser humano, esa forma de vida siempre en equilibrio entre la locura y la santidad; entre la marginalidad y la ejemplaridad; entre la pobreza externa y la riqueza interior.

La novela está narrada en primera persona, como si fuera una autobiografía del propio Foucauld. Ahí Pablo D’Ors podría haber corrido el peligro de haberse inventado al personaje, de haber hablado a través de él y haberse alejado por tanto de la persona real que vivió a caballo entre los siglos XIX y XX. Sin embargo, ese riesgo queda en este caso muy reducido ya que Foucauld dejó escrita una enorme obra espiritual así como una ingente correspondencia con sus familiares, antiguos compañeros de colegio y guías espirituales, por lo que es muy probable que casi todo lo que pone D’Ors en su boca haya salido por lo menos de su pluma. Sólo hay un momento en la octava parte, “Iluminación”, en la que me parece ver algo de “atención plena” o “mindfulness” en el pensamiento de Foucauld y, la verdad, se me hace raro en un sacerdote de comienzos del siglo XX por muy eremita o místico que fuera, pero como no conozco su obra no puedo asegurar que no esté ya en ella.

Un párrafo de esa misma octava parte me parece que puede resumir muy bien la forma de pensar y vivir de Charles de Foucauld y además podría servir de guía vital para todo el mundo. Es el siguiente:

“Todavía hoy, sin embargo, sigo ignorando por qué hay que viajar tanto para saber quiénes somos. Todo es profundamente elemental; la vida es mucho más sencilla de lo que creemos cuando somos jóvenes. La vida es levantarse por la mañana y rezar; trabajar; comer; acostarse por las noches; saludar a los vecinos; pasear… La vida es cantar una melodía que recordamos; sorprenderse de que salga el sol o de que se ponga; dormir; soñar… Todo está bien. No hay que luchar, sólo vivir. Vivir: esa es la cuestión. Y dejarnos envejecer. Y luego, finalmente, apagar la luz.”


Por supuesto, seguiré adentrándome en la obra de Pablo D’Ors porque me parece que es uno de los autores más interesantes del panorama literario español actual, un escritor de gran calidad y con un universo literario muy original. Como suele ocurrir en estos casos, el nivel de reconocimiento público está muy por debajo de lo que se merecería. Quizás se vaya corrigiendo, quién sabe, acaba de pasar con Patrick Modiano.