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domingo, 31 de mayo de 2015

LEYENDO “EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO”. CUADERNO DE ESCALADA (1). DONDE SE INTENTAN EXPLICAR LAS DIMENSIONES DEL RETO


Leer los siete volúmenes que conforman “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust es para el lector experimentado algo tan mítico como alcanzar la cumbre de los catorce ochomiles para el escalador profesional. Ambos retos precisan de constancia, valor, entusiasmo, entrenamiento previo y mucho sacrificio. Pero la recompensa es grande. Cuando logren su última cumbre, los escaladores habrán contemplado catorce paisajes desde perspectivas insólitas al alcance de muy pocos seres humanos. Los lectores, por su parte, al pasar la última página del último volumen de “En busca del tiempo…”, habrán vivido en primera fila la experiencia de la literatura en su estado más puro. Porque lo que cuenta Marcel Proust en su novela descomunal es tan inmaterial, tan etéreo, que sólo admite el lenguaje literario. No se puede contar, o al menos no de una forma tan precisa, en ningún otro de los lenguajes artísticos (cinematográfico, pictórico, escultórico, musical,…). En su novela, Proust nos habla del misterio de su existencia y de la nuestra, de la vida, o más precisamente, de la experiencia vital y, para nuestro asombro, descubrimos con él que el núcleo central de nuestra existencia no se encuentra en nuestras acciones ni en las de los que nos rodean, ni siquiera en nuestros juicios o impresiones superficiales, sino en los recovecos escondidos entre las anécdotas insulsas de nuestras mediocres vidas. Proust nos habla de cosas que intuimos, pero que no somos capaces de expresar justamente por eso, porque no las conocemos, sólo las intuimos. Y del tiempo, claro, la dimensión más misteriosa de las que nos conforman. Y del recuerdo, esa primitiva herramienta con la que contamos para enfrentarnos al tiempo. Probablemente Proust ha sido el único ser humano capaz de hablar del tiempo y del recuerdo con algo de rigor. Por eso, lograr entrar en su universo nos proporciona esa nueva perspectiva por la que tanto sufren escaladores y lectores.


La tarea no es fácil. Para alcanzar ese nivel de sutileza, para lograr contar lo que hasta entonces nadie había sido capaz, Proust necesitó retorcer de alguna manera su estilo y apurar al máximo las posibilidades de las estructuras gramaticales, para poder sacar de ellas toda su capacidad expresiva. Y eso implica la elaboración de sus míticas frases, larguísimas, en las que las oraciones se subordinan una tras otra en espiral para rodear hasta atraparlo el concepto que quieren iluminar. En esos giros vertiginosos, el lector suele acabar por perder pie y olvidar el comienzo de la frase, veinte o treinta líneas más arriba. No hay que desesperarse. El estilo de Proust es casi impresionista y nuestra lectura debe adaptarse a él. Lo mejor, en muchos casos, es leer por encima de sus frases como el que guiña los ojos contemplando un cuadro de Monet. También podemos volver al principio de la frase e intentarlo de nuevo. No pasa nada.

Confieso que éste es mi quinto intento de ascender esta cumbre, y lo haré una vez más sin oxígeno y por la cara más difícil, o sea, en francés. Me siento fuerte, pero no más seguro de lograr el éxito que en las ocasiones anteriores. Espero que este cuaderno de escalada,  donde compartiré todo aquello que me llame la atención, me ayude. También me serviré de algunos sherpas (en la siguiente entrada os hablaré de ellos).


Hay dos formas principales de abordar la lectura de “En busca del tiempo…”: leerlo todo del tirón (si puede ser durante la convalecencia de una rara enfermedad tropical o la soldadura de varios huesos rotos que nos impidan hacer cualquier otra cosa); o compartir su lectura con otras menos exigentes, dedicándole un tiempo limitado y un espacio concreto al día. En mi caso, y salvo rara enfermedad tropical de última hora, optaré por esta segunda modalidad. Leeré una media hora al final del día, quizás un poco más, sentado en mi mecedora o, en caso de mucho calor, en la silla de la terraza.


miércoles, 27 de mayo de 2015

RESEÑAS DE LIBROS. “EL GRAN RELOJ” DE KENNETH FEARING (RBA. SERIE NEGRA)


UNA TRAMA TAN PERFECTA QUE FUNCIONA CON LA PRECISIÓN DE LAS PIEZAS ENGRASADAS DE UN RELOJ SUIZO

Nada más empezar a leer esta novela descubrimos algo asombrados que el ambiente y los personajes de la serie “Mad men” ya estaban ahí en los años cuarenta, dos décadas antes de la época en que se desarrolla la mítica serie. Ya estaban las grandes empresas editoras de revistas, las de publicidad, la gran ciudad, los barrios residenciales, los ejecutivos, sus compañeros de oficina, sus amantes, sus fieles esposas, el alcohol, los bares, en fin, todo. Así que se encuentra uno tan tranquilo leyendo lo que parece una historia costumbrista más cuando, de repente, en unos pocos días, la vida del protagonista da un giro radical y se desliza (y nosotros con él) por una trama frenética que es ya como una montaña rusa que podrían haber diseñado a partes iguales Patricia Highsmith y Alfred Hitchcock. A partir de entonces, preocupados y muertos de curiosidad por lo que le vaya a ocurrir al protagonista, no podemos hacer otra cosa más que pasar páginas y páginas sin descanso hasta llegar a la última.

En la contraportada del libro se nos dice que “El gran reloj” está considerada como una de las mejores novelas negras jamás escritas. Esa frase se utiliza muy a menudo y casi siempre en vano. Sin embargo, en esta ocasión la suscribo con entusiasmo. “El gran reloj” es una obra maestra sin discusión. Sus puntos de vista múltiples (los personajes más importantes son los consecutivos narradores en primera persona), que no sea importante el habitual “quién lo hizo”, que no haya detectives o policías de por medio,… Todo contribuye a la originalidad de esta novela negra perfecta. Y en tan solo 188 páginas, no le hacen falta más a su atípico autor para rematar su espléndida historia y hacernos disfrutar como locos.

¿Qué por qué atípico? Pues porque Kenneth Fearing fue sobre todo un poeta, considerado como el mejor de su generación, la de la Gran Depresión, así que escribió casi tantos libros de poemas como novelas. No deja de ser curioso que no sea más conocido entre nosotros, o incluso que lo sea más como poeta en Estados Unidos que como novelista a pesar de haber escrito una joya como “El gran reloj”.

Lo que no me gusta tanto es el título. No hace referencia a ningún aspecto concreto de la trama, sino a una especie de engranaje invisible, que se menciona varias veces en el texto, y que hace girar el destino de las personas hacia el triunfo o hacia la catástrofe. Desde mi punto de vista, a lo que en realidad debería referirse es a esa trama tan perfecta que funciona con la precisión de las piezas engrasadas de un reloj suizo.

lunes, 18 de mayo de 2015

RESEÑAS DE LIBROS. “EL JARDÍN DEL EDÉN” DE ERNEST HEMINGWAY (DEBOLSILLO)


AUNQUE DECEPCIONE, HEMINGWAY SIEMPRE APORTA ALGO.

Con Hemingway siempre me pasa lo mismo, la expectativa es siempre muy superior a lo que leo. A pesar de ello, sin saber muy bien por qué, vuelvo a él una y otra vez. En este caso me decido a intentarlo con “El jardín del Edén”, su insólita novela póstuma cuya trama gira en torno a un triángulo amoroso compuesto por un escritor estadounidense a las puertas del éxito y dos mujeres compatriotas y parece que adineradas, pero sin oficio conocido. La historia, bastante reiterativa (las escenas de natación en diferentes playas y las ingestas de champagne, vino y combinados de licores varios con Perrier se suceden “ad nauseam”) transcurre en el Sur de Francia con alguna escapada a Madrid.

Al principio, creí que lo más interesante de esta novela lo encontraría en la relación más bien malsana entre ese hombre y sus dos amantes, pero a lo largo de la lectura no podía dejar de pensar en lo que habrían hecho Patricia Highsmith o Scott Fitzgerald con ese mismo argumento, y en la comparación, el pobre Ernest siempre salía perdiendo. En realidad, lo mejor de “El jardín del Edén” y lo que hace que merezca la pena su lectura, no está en el morbo de la relación amorosa, sino en todo lo que se refiere al trabajo literario del protagonista, en la descripción del proceso creativo del cuento que está escribiendo y que acaba por convertirse en una subtrama importante. Ahí está el acierto de esta novela, su aspecto más brillante. El resto, es una pena, pero no tiene demasiado interés. Ni siquiera la personalidad esquizofrénica de Catherine, una de las dos mujeres, que es la que conduce marca y guía el hilo narrativo de “El jardín del Edén”.

Al parecer, en el texto original, Hemingway intercalaba este triángulo amoroso del Sur de Francia con otro, compuesto por una mujer y dos hombres, que se desarrollaba en el Barrio Latino de París. Tras su muerte, el editor decidió prescindir de la historia de París, que resultaba farragosa y carecía en su opinión de la calidad suficiente, y acabó publicando exclusivamente la que se cuenta en “El jardín del Edén”. No quiero ni imaginarme cómo sería la parte descartada.

A pesar de todo, no me arrepiento de haber pasado algunos ratos inmerso en esta novela. Aunque decepcione, Hemingway siempre aporta algo.

viernes, 15 de mayo de 2015

RESEÑAS DE LIBROS. “101 EXPERIENCIAS DE FILOSOFÍA COTIDIANA” DE ROGER-PAUL DROIT (BLACKIE BOOKS)


PROPUESTAS DESCONCERTANTES PARA EXPERIMENTAR NUEVAS PERSPECTIVAS SOBRE LO QUE NOS RODEA.

Solemos vivir de manera superficial, un poco narcotizados por la rutina, por la repetición automática de gestos y palabras; nos sentimos seguros en un mundo en el que todo se comporta de manera previsible porque así nos parece que podemos controlar nuestra vida y la de los que nos rodean y eso, claro, nos tranquiliza. Que ese control y esa tranquilidad sean falsos, una mera convención colectiva, no nos importa demasiado mientras que no nos enteremos del todo. Pero esta sensación artificial de seguridad, por muy inconsistente que resulte, a pesar de su poco valor, tiene un coste, y bastante alto además, el aburrimiento, el transcurrir ligero de nuestros días y, en definitiva, los tonos más bien grises con los que pintamos nuestras existencias.

Algunos tratan de luchar contra esa sensación de adocenamiento leyendo, o a través de la filosofía, la expresión artística, la meditación, viajando… Hay muchas formas, lo esencial es salir de lo que ahora se llama la “zona de confort”, buscar nuevos lugares desde los que poder contemplar lo que nos rodea desde una nueva perspectiva, perdiendo algo de sensación de seguridad, pero consiguiendo a cambio colorear nuestras vidas.

Esto es lo que nos propone el profesor e investigador de filosofía Roger-Paul Droit, nuevas perspectivas que nos permitan conseguir el extrañamiento necesario para contemplar el mundo que nos rodea como algo ligeramente nuevo y por lo tanto más interesante. Son una serie de ejercicios más o menos sencillos, sin coste económico, sin necesidad de desplazarse a escenarios exóticos, que nos permitirán, si queremos aceptar sus pequeños retos, reflexionar sobre unas cuantas cuestiones que solemos asumir como normales por su mera repetición.

Como indica el título, este libro incluye 101 propuestas algo desconcertantes que no sólo se enuncian sino que se desarrollan para tratar de explicar el sentido de cada una. Curiosamente, algunas de ellas las hemos practicado cuando éramos niños y luego las hemos abandonado. Nuestras favoritas son las siguientes:

Llamarse a sí mismo en una habitación vacía; repetir una palabra hasta que deje de tener sentido; pensar que el mundo acabará en veinte minutos; tumbarnos bajo el cielo estrellado y convencernos de que lo que está abajo son las estrellas y no nosotros; creer que somos eternos durante un rato; beber y orinar a la vez; pelar una manzana con la imaginación cuidando de todos los detalles, sin saltarnos ni un solo paso (mucho más difícil de lo que parece); cerrar los ojos y creerse en un lugar situado a una gran altura, imaginar que nos morimos; seguir el movimiento de las hormigas; observar el polvo de un rayo de sol; esperar sin hacer nada; intentar no pensar; quitarle el sonido a la tele; mirar cómo duerme nuestra pareja; sonreír a un desconocido; bajar una escalera pensando que no tiene fin; deambular por la noche; jugar con un niño tan concentrado en el juego como él; matar a alguien con la imaginación; viajar en metro sin rumbo fijo.

Al final del libro se incluyen tres útiles índices para encontrar experiencias clasificándolas, por su duración, los materiales necesarios o sus posibles efectos, porque éste es un libro que se puede leer seguido, pero que se debe experimentar a salto de mata.

sábado, 9 de mayo de 2015

RESEÑAS DE LIBROS. “CARTA AL REY” DE TONKE DRAGT (SIRUELA)


PELIGRO, HONOR, INTRIGA, VALOR, AVENTURA, CELADAS, AMISTAD, CABALLEROS, DAMAS, REYES, NOBLES, POSADEROS, FIELES CABALLOS, MALVADOS, FRATERNIDAD, EREMITAS, TRAICIÓN,…

Una misión peligrosa, honor, intriga, aventura, valor, celadas, amistad, caballeros, damas, reyes, nobles, posaderos, fieles caballos, malvados, fraternidad, eremitas, traición, ciudades amuralladas, puentes con portazgo,… De todo esto hay en “Carta al rey”, un clásico de la literatura juvenil holandesa que bebe de muchas fuentes, pero sobre todo del espíritu de las narraciones del ciclo artúrico.

La acción transcurre entre dos reinos inventados, pero, a diferencia de otros autores que, como Tolkien, podrían resultar aparentemente cercanos, Tonke Dragt no utiliza en absoluto la fantasía; es pura novela caballeresca más próxima al estilo de Chretien de Troyes que al del viejo profesor oxoniense. Aunque en “Carta al rey” no hay ningún Grial que buscar, sino una importante misión que llevar a cabo, de cuyo éxito depende el futuro de dos reinos.

Ante este tipo de novelas, iniciáticas y de aventuras, repletas de esos valores caballerescos que tanto echamos de menos en el mundo actual, uno siente cierta nostalgia de sus doce o trece años, de las lecturas a la hora de la siesta en verano, de ese tiempo en que historias como la que cuenta “Carta al rey”, no sólo se disfrutaban, sino que le abrían a uno por primera vez la puerta a infinidad de mundos posibles.