Internet se ha convertido en la biblioteca de Babel de Borges, probablemente ha llegado incluso más lejos de lo que el propio Borges hubiera podido imaginar. Esto es algo que ya no se puede discutir: la biblioteca de Babel y la nueva revolución industrial han surgido en torno a esa realidad virtual y bastante intangible que es Internet. Pues bien, deambulaba yo el otro día por los pasillos de esta Babel buscando referencias y dibujos del ilustrador franco-vietnamita Pierre Le-Tan, que me gusta mucho, cuando, por la teoría de las cerezas tan propia de Internet (ya sabéis, quieres sacar una de un cesto, pero los rabitos se van enredando de manera que al final te quedas con otras cuatro o cinco), aparecí en un libro titulado “14.000 things to be happy about”, es decir “14.000 cosas por las que ser feliz” o, siendo más modestos, “por las que estar contentos”. El libro es simplemente una lista descomunal de cosas o experiencias que pueden resultar más o menos agradables para el que las está leyendo (o al menos para el que las ha escrito), algo muy en la línea (aunque menos desarrollado literariamente) de aquel libro de Philippe Delerm que salió hace algunos años, “El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres”.
El libro “14.000 cosas…”, al ser una simple enumeración sin desarrollo alguno de elementos variopintos como el pastel de fresa, una vasija rara o ir despacio por la mañana, es más una chorrada que otra cosa, esa es la verdad. El de Philippe Delerm le da cien vueltas. Pero, no sé, un cierto estado de ánimo, unido al dichoso libro, me ha hecho pensar que podría ser una buena idea enumerar a continuación algunas de las cosas que me hacen feliz (o, siendo más modestos, estar contento). Ahí van:
Encontrar papeles olvidados en mis libros. Esto es algo bastante más difícil con el libro electrónico. Pueden ser dibujos, notas, billetes de metro,…
Un cielo en el que se pueden ver varios tipos de nubes a la vez.
Una excursión por el campo en un día que amenaza tormenta. Para que el día sea perfecto la tormenta debe producirse finalmente.
Los resultados favorables de unas pruebas médicas en las que podía salir cualquier cosa.
Escuchar “Close Cover” o “After Virtue” de Win Mertens.
Escuchar “Drowning by numbers” de Michael Nyman.
Leer en la terraza con una cerveza y la gata rondando alrededor.
Acabar un puzle.
Descubrir cosas nuevas en Internet (sobre todo escritores, pintores, músicos,…).
Una cazuela de mejillones al vapor.
Avistar un pájaro durante un paseo y ser capaz de identificarlo.
Contar un chiste muy viejo a mis hijos y que les parezca nuevo y graciosísimo. Por ejemplo el de Jaimito y el monstruo de los ojos rojos.
Reírme con una buena comedia.
Ver una buena película en una sala de cine oscura con el sonido y el enfoque perfectos.
Tomarme, como cuando era pequeño, un Diabolo Grenadine (sirop de granadina con limonada) sentado en una terraza de algún pueblo del Midi francés.
Reconocer un olor que me transporte a otro tiempo, otro lugar u otra persona.
Los caracoles que aparecen después de la lluvia.
Escuchar a alguien que tiene algo que decir y que sabe cómo hacerlo.
Leer un libro escrito por alguien que tiene algo que decir y que sabe cómo hacerlo.
Y así, etcétera hasta 14.000.
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