RETRATO DE UNA ÉPOCA Y DEL SENTIMIENTO AMOROSO EN
OTRA PEQUEÑA JOYA DE ALBA EDITORIAL
Alba es hoy en día la
mejor editorial de clásicos de la literatura universal en castellano por muchos
motivos: la selección de los títulos, las traducciones impecables, el cuidado
de la impresión y encuadernación tanto en pasta dura como en las ediciones de
bolsillo, los diseños de las portadas,… Pero también por concienzudos trabajos
de edición como el que hoy nos ocupa. Toda buena antología temática de relatos,
debe incluir, por supuesto, los cuentos y los autores conocidos que estamos
esperando, pero debe también permitirnos descubrir otros de los que nunca antes
habíamos oído hablar. Y todo ello, sin bajar el nivel de calidad del conjunto.
Debe proporcionarle al lector la doble satisfacción del reencuentro y el
descubrimiento. Pues bien, Alba Editorial cuenta en su catálogo con tres
antologías de relatos imprescindibles para los aficionados a la buena
literatura, justo por eso, porque cumplen con la regla casi alquímica que
acabamos de mencionar. Hablamos de Relatos
del mar, Cuentos de detectives
victorianos y Cuentos de amor
victorianos, que fue la primera de las tres.
En Cuentos de amor victorianos se retrata toda una época a partir del
asunto común amoroso, pero al mismo tiempo se retrata un sentimiento universal
e intemporal como es el amor a partir de una época concreta de un país
específico. Hay muchas variedades de amor en este libro: inocente, sacrificado,
ciego, ridículo, interclasista, puritano, sobrenatural, humorístico,
intercultural, constante, inesperado, invisible,…
Pero, además de una
visión panorámica del amor, esta antología incluye multitud de pequeñas
sorpresas, como la heroína tipo Maureen O’Hara (en El Hombre Tranquilo) del relato de Anthony Trollope (La cueva de Malachi); la intriga
detectivesca de ¿Quién mató a Zebedee?
de Wilkie Collins; una historia bastante extravagante a cargo de R.L. Stevenson
(La puerta del señor Malétroit); el
relato de Wilde (La esginge sin secreto)
donde se recoge una de sus míticas boutades (“las mujeres están hechas para ser
amadas, no comprendidas”); un asunto tan de actualidad como es el de la siempre
difícil integración en una sociedad endogámica del extranjero, del inmigrante, del
refugiado, del diferente, en el relato Amy
Foster de Conrad (que tanto sabía de estas cosas por propia experiencia); o
una brillante estampa de cómo debía de ser el turismo en la época victoriana, ya
con sus amores incidentales incluidos, en el relato de H.G. Wells (El corazón de la señorita Winchelsea).
En resumen, otra
pequeña joya de Alba Editorial.
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