UNA NOVELA
EXISTENCIALISTA Y COMPLEJA, QUE PRECISA DE UN LECTOR ACTIVO E IMPLICADO
Se suele relacionar El seductor con la novela picaresca, con
el Tom Jones de Fielding o con otros
famosos relatos de seductores, pero hay que tener cuidado con las
comparaciones porque pueden confundir al posible lector. Hay que dejar bien
claro que ésta no es una novela frívola ni mucho menos galante o picaresca en
el sentido en que solemos entender estos conceptos el común de los mortales.
Muy al contrario, estamos ante una novela existencialista y compleja, que
precisa de un lector activo e implicado que esté dispuesto a seguir a Kjaerstad
en su propuesta.
¿Y qué propone
Kjaerstad? Para empezar, una estructura circular y fragmentaria que trata de
abarcar la realidad desde una perspectiva, si no nueva, al menos poco habitual,
con la intención de acercarse lo más posible a lo que él entiende que es la
verdadera esencia del pasado. Para ello, parte de la base de que los recuerdos
de nuestras vidas no suelen venirnos de forma cronológicamente ordenada sino
que tienden a superponerse unos sobre otros adelantándose o retrasándose entre
sí según criterios más propios del inconsciente que de la técnica narrativa
académica. La aportación de cada una de esas escenas, de esos recuerdos desordenados,
forma una gran unidad que acaba por conformar el relato de una vida.
Por otra parte, hay en
Kjaerstad una voluntad clara y reconocida de explicar al lector qué es Noruega
y en qué consiste lo noruego. Desde ese punto de vista, El seductor sería el equivalente escandinavo de la "gran
novela americana", ese icono cultural por el que cualquier novelista
estadounidense mataría.
Y, por último, El seductor es también el relato de una
educación sentimental, y probablemente es en este nivel donde se encuentre lo
mejor y lo más auténtico de la novela.
Lo dicho, una novela muy
interesante, pero que tiene poco que ver con lo que parece que tiene que ver.
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