¿POR QUÉ PERDEMOS TANTO TIEMPO LEYENDO NOVELAS MEDIOCRES
PUDIENDO DISFRUTAR DE MARAVILLAS COMO ÉSTA?
Recorremos las primeras
páginas de esta novela y enseguida nos damos cuenta de que estamos en manos de
un maestro del oficio, de un narrador veterano que se adentra en la trama con
precisión y firmeza, sin ninguna prisa, colocando las primeras piezas en el
tablero de la historia sin dejar espacio para dudas o titubeos. Y es entonces,
nada más empezar, cuando nos lamentamos por todo el tiempo que hemos perdido con
novelas mediocres e imperfectas mientras que podríamos haber estado leyendo tan
ricamente a autores como William Boyd, que nunca decepcionan, ni siquiera en
sus novelas más flojas.
Pero es que “Suave
caricia” no es una de sus novelas flojas, todo lo contrario. Probablemente sea
una de las mejores que ha escrito, muy cerca de la fascinante “Sin respiro”, y
algo por encima de una de sus grandes novelas de la primera etapa, “Las nuevas
confesiones”. Y menciono estos títulos porque tienen mucho en común con “Suave
caricia”: las tres novelas cuentan la vida completa de su personaje, de
principio a fin, al tiempo que recorren la historia europea más reciente, con
especial detenimiento en los acontecimientos bélicos, sobre todo en la Segunda
Guerra Mundial. A “Las nuevas confesiones” y “Suave caricia” las uniría además la
profesión artística de sus protagonistas (el cine y la fotografía), mientras
que una mujer de gran carácter es lo que tienen en común “Suave caricia” y “Sin
respiro”, aunque esta última sea la única de las tres con forma de emocionante
thriller.
Si seguimos las
peripecias de Amory Clay en “Suave caricia”, visitaremos con ella Berlín en los
años 20, Nueva York en los 30, Londres antes de la guerra, Francia tras su
liberación, Vietnam a finales de los 60 (durante la guerra), California en los
70, y a lo largo de toda la novela, la apacible campiña escocesa. Todos estos
escenarios se entremezclan con la biografía de la fotógrafa de ficción Amory
Clay hasta el punto de convertirse ellos mismos, si no en personajes, sí en
elementos esenciales de la historia que se nos cuenta. Y ya que hablamos de
personajes, sería un buen momento para destacar la enorme capacidad de William
Boyd para construir personajes de verdad, tanto protagonistas como secundarios.
Además, en este caso, Boyd ha incluido en su novela una buena cantidad de fotos
“auténticas” que recogen algunas de las escenas descritas o retratan a los
principales personajes. Teniendo en cuenta que son fotografías verdaderas las
que ilustran un relato de ficción, nos damos cuenta del fascinante juego que se
establece entre lo real y lo imaginario.
Por último, me
gustaría destacar el final de la novela, las últimas páginas. No las voy a destripar,
por supuesto, pero sí puedo decir que he leído pocos finales de novela tan
esperanzadores y positivos como éste, lo cual es de especial mérito cuando
hablamos de una biografía.
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