LA NOVELA NO ESTÁ A LA
ALTURA DE SU INMENSO PERSONAJE
Alexis
Zorba es un gran personaje literario, un personaje inmenso, tan descomunal como
cualquiera de los clásicos, desde Ulises hasta Hamlet, pasando por don Quijote,
Sancho Panza, o tantos otros. Y Nikos Kazantzakis tenía que saberlo. Así que probablemente
no le quedó más remedio que armar una novela para poder darle vida, tenía que
construir un artefacto con su paisaje, su trama, sus personajes secundarios,…
donde Alexis Zorba pudiera brillar. Y eso es precisamente “Zorba el griego
(vida y andanzas de Alexis Zorba)”, un escenario para el lucimiento de su
protagonista. A lo mejor por eso, a diferencia de casi todos los demás grandes
personajes literarios, Alexis Zorba no cuenta con una novela a su altura. En
realidad es una novela más bien normal, no es mala, pero tampoco es una obra
maestra. Reconozco que a partir de la mitad he estado tentado de dejarla varias
veces, tantas como he pensado ver la película y ahorrar algo de tiempo. Porque
toda la esencia del personaje está perfectamente recogida en su versión
cinematográfica a través de un Anthony Quinn inspiradísimo. No hay más Zorba en
la novela del que hay en la película, esa es la pura verdad.
¿Y
que tiene Alexis Zorba para ser un personaje clásico? Pues una mezcla insólita
entre el primitivismo más ancestral y el sentido común, entre la frivolidad y
la sabiduría, siempre haciendo equilibrios entre la locura gozosa y lo racional
llevado al extremo del absurdo. Alexis Zorba es esa persona que a todos nos
gustaría ser, pero sólo por un rato; el amigo que nos seduce al tiempo que nos
espanta. Alguien en cuyas manos pondrías tu vida, pero al que no le dejarías tu
cuenta bancaria. Una mezcla casi perfecta entre un Sancho Panza idealista y un
Quijote alterado por el sentido común del pueblo llano. Desde el punto de vista
afectivo es a la vez tierno y distante; compasivo y burlón; tan leal como
infiel. En resumen, lo dicho, todo un personaje.
Respecto
a la novela, al final rechacé las tentaciones y llegué hasta el final. Y no me
arrepiento porque es precisamente en sus últimas páginas donde da lo mejor de
sí misma. Su asunto principal, al margen de su gran personaje, es la
decadencia, la vejez y la muerte. También el sentido de la vida, pero a través
de estos tres elementos y todo ello dentro de un contexto humano y geográfico,
la isla de Creta de la primera mitad del siglo XX, absolutamente primario, casi
tribal, sin más ley que la de la propia tribu. Todo esto brilla por sí mismo en
el último tercio. Y sin embargo, le sobra el último capítulo, el 26, donde
queda patente lo que le cuesta a Kazantzakis alejarse de su Zorba y poner fin
al escenario de su lucimiento.
Por último, también
destacaría el lamentable papel que Kazantzakis otorga a las mujeres de su
novela. Es verdad que suele ser injusto, además de inadecuado, juzgar las obras
de arte, literarias o no, desde el punto de vista de la corrección política o
desde la escala de valores actuales, pero no deja de llamarme la atención el
papel de las mujeres en “Zorba el griego” y no me resisto a comentarlo.
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