PROFUNDIDAD, SABIDURÍA Y EXPERIENCIA EN UN RELATO ARTÚRICO CREPUSCULAR QUE
REFLEXIONA SOBRE EL PASO DEL TIEMPO Y LA MEMORIA.
Con su tercera novela, "Los restos del día"
(1989), Kazuo Ishiguro logró una obra maestra. Desde entonces, no había sido
capaz de llegar a ese nivel y daba la sensación de que ya no lo alcanzaría nunca
más. Sin embargo, más de veinticinco años después, nos vuelve a dar una alegría
con "El gigante enterrado". Ishiguro, por fin, de nuevo en lo más
alto.
"El gigante enterrado" es una novela de una
enorme profundidad, llena de sabiduría y experiencia. Una obra como ésta no se
puede escribir a una edad temprana, necesita de un autor maduro y con un
considerable camino vital recorrido. Se trata de una historia post artúrica o más
bien de un relato artúrico crepuscular en el que aparece un Sir Gawain viejo
que ya no busca el Santo Grial y que recuerda con nostalgia la brillante corte
del rey Arturo, y también una pareja de ancianos con un pasado turbulento que
no son capaces de recordar. Completan el cuadro de personajes principales un
joven caballero pletórico de fuerza y un adolescente muy especial.
Desde el punto de vista formal, "El gigante
enterrado" se puede considerar como una novela otoñal de caballerías o
simplemente de aventuras, pero al mismo tiempo no se puede obviar ni su
carácter alegórico ni su simbolismo (como también ocurre en las novelas del
ciclo artúrico, dicho sea de paso). Espero que esto no asuste a nadie. A mí me
suelen producir rechazo las novelas que se anuncian como alegóricas o como
fábulas. Algo de eso hay en ésta, pero no hay que preocuparse porque no
entorpece en absoluto el ritmo narrativo. Algunos ejemplos serían la amnesia
(niebla, la llaman) que parece afectar a todo el país y que impide a sus
habitantes recordar las miserias de la guerra que padecieron (aquí surge el dilema,
tan actual, sobre la conveniencia o no de acabar con ella y poner así en riesgo
la reconciliación entre las dos partes); o los barqueros que conducen a algunos
a la otra orilla y que nos recuerdan al mítico barquero de la laguna Estigia.
Hay otros, pero os resultará divertido ir descubriéndolos por vosotros mismos.
En definitiva, "El gigante enterrado" es por
encima de todo una reflexión sobre el paso del tiempo y sobre la memoria, sobre
el dolor de los recuerdos, y también sobre el amor duradero, el que acompaña a
algunos afortunados hasta la vejez, con su bagaje de recuerdos (una vez más) tanto
alegres como tristes.
Esta novela la disfrutarán
especialmente los amantes de la mitología artúrica porque encontrarán en ella algunos
de los elementos más habituales del ciclo, aunque impregnados, como ya hemos
dicho, de un tono más bien decadente. Probablemente, al acabarla, les entrarán
ganas, como ha sido mi caso, de volver a visitar el territorio artúrico en sus
títulos clásicos como los de Chretien de Troyes o Thomas Mallory. Bienvenidas
sean esas ganas.
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