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sábado, 31 de enero de 2015

ACABO DE LEER... "EXPEDIENTE BAGDAD" DE JOAN CAÑETE BAYLE Y EUGENIO GARCÍA GASCÓN (SIRUELA)



Todas las buenas novelas policíacas contienen varios planos de lectura. Por lo general suelen incluir la recreación de un país, una ciudad o una época, una sólida construcción psicológica de los personajes, una cuestión moral de mayor o menor calado y, por fin, el mero pasatiempo detectivesco. “Expediente Bagdad” es una magnífica novela policíaca y por eso se puede analizar a través de sus capas narrativas.

Cuando queremos acercarnos a una determinada época o país, casi siempre la manera más directa de hacerlo (aparte de haber estado allí, claro) es a través de la novela. La ficción nos permite vivir las experiencias de los demás de una forma mucho más intensa que los ensayos, los libros de viajes (salvo los muy buenos) o incluso los reportajes o documentales. En este sentido, “Expediente Bagdad” nos acerca al Bagdad de los últimos días del régimen baazista con una lupa que produce escalofríos. A través de ella vemos los bombardeos cada vez más cercanos, las amenazas de represalias y venganzas, el desmoronamiento del poder establecido, los saqueos, el miedo, el vértigo de una cotidianidad que desaparece día a día a cambio de la pura incertidumbre. En definitiva, vemos desde dentro el horror de una ciudad cercada y a punto de ser tomada por las tropas enemigas. En este caso es el Bagdad de abril de 2003, pero podría ser también cualquier otra ciudad en guerra de la historia.

En cuanto a los personajes, están todos muy bien perfilados, pero impresiona especialmente el retrato profundo del doctor Rashid Al Said, un hombre de marcado carácter intelectual, admirador de Nietzsche y represaliado por el propio régimen al que pertenece, pero por encima de todo, una buena persona con un alto sentido de lo justicia que, precisamente por eso, no encaja bien en ningún lado.

Aunque el punto fuerte de la novela está en las cuestiones de orden moral que aborda. Por lo general, en una novela policíaca, un crimen rompe el orden social establecido y una investigación posterior trata de repararlo descubriendo al culpable para que sea castigado. Lo insólito en esta novela es que los crímenes que en ella se cuentan no rompen el orden social porque ya está previamente quebrado por la guerra y el derrumbamiento del régimen; el investigador ya no puede reparar ese orden social roto por el crimen porque no tiene capacidad para ello, porque, como policía, ya no representa al Estado que en ese momento se está disolviendo. Lo único en lo que puede ampararse para justificar su investigación es en el concepto universal de justicia, lo que pasa es que cuando esa justicia no está articulada dentro de una legislación, se acerca peligrosamente a la venganza. Pero, ¿cuál es la alternativa? ¿Dejar impune el delito?

Y por supuesto, ligando todos los aspectos anteriores, tenemos la mera peripecia detectivesca, que está muy bien, pero que, como ocurre en las mejores novelas policíacas, no es ni mucho menos lo más importante.

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