UNA TRAMA TAN PERFECTA
QUE FUNCIONA CON LA PRECISIÓN DE LAS PIEZAS ENGRASADAS DE UN RELOJ SUIZO
Nada más empezar a leer esta novela descubrimos algo
asombrados que el ambiente y los personajes de la serie “Mad men” ya estaban
ahí en los años cuarenta, dos décadas antes de la época en que se desarrolla la
mítica serie. Ya estaban las grandes empresas editoras de revistas, las de
publicidad, la gran ciudad, los barrios residenciales, los ejecutivos, sus
compañeros de oficina, sus amantes, sus fieles esposas, el alcohol, los bares, en
fin, todo. Así que se encuentra uno tan tranquilo leyendo lo que parece una
historia costumbrista más cuando, de repente, en unos pocos días, la vida del
protagonista da un giro radical y se desliza (y nosotros con él) por una trama frenética
que es ya como una montaña rusa que podrían haber diseñado a partes iguales Patricia
Highsmith y Alfred Hitchcock. A partir de entonces, preocupados y muertos de
curiosidad por lo que le vaya a ocurrir al protagonista, no podemos hacer otra
cosa más que pasar páginas y páginas sin descanso hasta llegar a la última.
En la contraportada del libro se nos dice que “El gran reloj”
está considerada como una de las mejores novelas negras jamás escritas. Esa
frase se utiliza muy a menudo y casi siempre en vano. Sin embargo, en esta
ocasión la suscribo con entusiasmo. “El gran reloj” es una obra maestra sin
discusión. Sus puntos de vista múltiples (los personajes más importantes son
los consecutivos narradores en primera persona), que no sea importante el
habitual “quién lo hizo”, que no haya detectives o policías de por medio,… Todo
contribuye a la originalidad de esta novela negra perfecta. Y en tan solo 188
páginas, no le hacen falta más a su atípico autor para rematar su espléndida historia
y hacernos disfrutar como locos.
¿Qué por qué atípico? Pues porque Kenneth Fearing fue sobre
todo un poeta, considerado como el mejor de su generación, la de la Gran
Depresión, así que escribió casi tantos libros de poemas como novelas. No deja
de ser curioso que no sea más conocido entre nosotros, o incluso que lo sea más
como poeta en Estados Unidos que como novelista a pesar de haber escrito una
joya como “El gran reloj”.
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