PROPUESTAS
DESCONCERTANTES PARA EXPERIMENTAR NUEVAS PERSPECTIVAS SOBRE LO QUE NOS RODEA.
Solemos vivir de manera superficial, un poco narcotizados por
la rutina, por la repetición automática de gestos y palabras; nos sentimos
seguros en un mundo en el que todo se comporta de manera previsible porque así nos
parece que podemos controlar nuestra vida y la de los que nos rodean y eso,
claro, nos tranquiliza. Que ese control y esa tranquilidad sean falsos, una
mera convención colectiva, no nos importa demasiado mientras que no nos
enteremos del todo. Pero esta sensación artificial de seguridad, por muy
inconsistente que resulte, a pesar de su poco valor, tiene un coste, y bastante
alto además, el aburrimiento, el transcurrir ligero de nuestros días y, en
definitiva, los tonos más bien grises con los que pintamos nuestras existencias.
Algunos tratan de luchar contra esa sensación de
adocenamiento leyendo, o a través de la filosofía, la expresión artística, la
meditación, viajando… Hay muchas formas, lo esencial es salir de lo que ahora
se llama la “zona de confort”, buscar nuevos lugares desde los que poder
contemplar lo que nos rodea desde una nueva perspectiva, perdiendo algo de sensación
de seguridad, pero consiguiendo a cambio colorear nuestras vidas.
Esto es lo que nos propone el profesor e investigador de
filosofía Roger-Paul Droit, nuevas perspectivas que nos permitan conseguir el
extrañamiento necesario para contemplar el mundo que nos rodea como algo
ligeramente nuevo y por lo tanto más interesante. Son una serie de ejercicios
más o menos sencillos, sin coste económico, sin necesidad de desplazarse a
escenarios exóticos, que nos permitirán, si queremos aceptar sus pequeños
retos, reflexionar sobre unas cuantas cuestiones que solemos asumir como
normales por su mera repetición.
Como indica el título, este libro incluye 101 propuestas algo
desconcertantes que no sólo se enuncian sino que se desarrollan para tratar de
explicar el sentido de cada una. Curiosamente, algunas de ellas las hemos
practicado cuando éramos niños y luego las hemos abandonado. Nuestras favoritas
son las siguientes:
Llamarse a sí mismo en una habitación vacía; repetir una
palabra hasta que deje de tener sentido; pensar que el mundo acabará en veinte
minutos; tumbarnos bajo el cielo estrellado y convencernos de que lo que está
abajo son las estrellas y no nosotros; creer que somos eternos durante un rato;
beber y orinar a la vez; pelar una manzana con la imaginación cuidando de todos
los detalles, sin saltarnos ni un solo paso (mucho más difícil de lo que
parece); cerrar los ojos y creerse en un lugar situado a una gran altura,
imaginar que nos morimos; seguir el movimiento de las hormigas; observar el
polvo de un rayo de sol; esperar sin hacer nada; intentar no
pensar; quitarle el sonido a la tele; mirar cómo duerme nuestra pareja; sonreír
a un desconocido; bajar una escalera pensando que no tiene fin; deambular por
la noche; jugar con un niño tan concentrado en el juego como él; matar a
alguien con la imaginación; viajar en metro sin rumbo fijo.
Al final del libro
se incluyen tres útiles índices para encontrar experiencias clasificándolas,
por su duración, los materiales necesarios o sus posibles efectos, porque éste
es un libro que se puede leer seguido, pero que se debe experimentar a salto de
mata.
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