LA EXPERIENCIA
DE CAMINAR LE RECUERDA AL SER HUMANO SU FRAGILIDAD, PERO TAMBIÉN SU FUERZA
Tanto las
personas a las que simplemente les gusta caminar, como aquellas que deben
hacerlo por consejo médico o por motivos profesionales, van a encontrar en este
pequeño libro gran cantidad de información antropológica sobre el aparentemente
sencillo acto de andar, pero también inspiración y motivación, si les fuera
necesaria. Pasear por la ciudad o el parque, o marchar por el campo sin más,
puede estar bien, pero hacerlo con el soporte filosófico y antropológico que
proporciona David Le Breton, qué duda cabe, aporta a esta sencilla actividad un plus de
respetabilidad.
"Elogio del
caminar" está dividido en cuatro grandes partes. La primera, "El
gusto de caminar", recoge los elementos esenciales del camino a pie,
centrándose sobre todo en la reina de sus modalidades, la ruta larga, la marcha
de varios días, la que tiene su ejemplo casi canónico en la peregrinación mítica
y espiritual a la catedral de Santiago, el conocido "Camino de
Santiago". Aquí se habla del equipaje, de los animales que uno suele encontrar
en su viaje (generalmente perros amenazantes), de las diferencias entre ir solo
y acompañado, del sueño en mitad del camino y las bondades de dormir en el
campo, de las ganas de cantar, del silencio, de la curiosidad del caminante, de
la posibilidad de los encuentros (imposibles en el viaje en coche) o de los
problemas físicos que se suelen padecer durante la ruta. Y hay incluso un
capítulo muy especial dedicado a las marchas inmóviles, las de aquellos que no
pueden andar, como las que se recogen en el "Viaje en torno de mi
cuarto" de Xavier de Maistre.
En la segunda
parte, "Caminantes de horizontes", Le Breton nos habla de cinco
exploradores (Cabeza de Vaca, René Caillié, Richard F. Burton, John Speke y
Michel Vieuchange), supongo que para ilustrar con sus historias y aventuras los
conceptos que ya había expuesto en la primera. Para mí estas 30 páginas,
encapsuladas casi a modo de paréntesis, son las menos interesantes del libro.
No me queda claro el criterio (¿por qué estos y no otros?) ni la necesidad.
Afortunadamente,
en la tercera parte, "Caminar urbano", Le Breton recupera el tono del
comienzo para centrarse en la variedad urbana del caminar. Aquí el
protagonista, claro, es el flâneur, tal y como fue establecido en esa biblia
del paseo urbano que es "El peatón de París" de Léon-Paul Fargue.
Además, encontramos una interesante reflexión sobre los diferentes ritmos de la
marcha en las ciudades (a veces incompatibles entre sí); y un repaso de lo más
entretenido a los cuatro sentidos del paseante (oír, ver, sentir y aspirar).
Se cierra el
libro con "Espiritualidades del caminar", donde se establecen los
vínculos más que evidentes entre la marcha y la espiritualidad, sobre todo en
el budismo, aunque también en otras religiones orientales. Encontramos aquí
verdaderos clásicos como "Relatos de un peregrino ruso" (anónimo), "El
camino de las nubes blancas: un peregrino budista en el Tibet" de Govinda
o "El leopardo de las nieves" de Matthiessen, una joya, ésta última,
de la espiritualidad y del camino, también publicada por Siruela, por cierto.
Al pasar la última
página, el lector también ha recorrido su camino y ya entiende a Le Breton
cuando sostiene que la experiencia de caminar le recuerda al ser humano su
fragilidad, pero también su fuerza.
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