UN
VIAJE NOSTÁLGICO A LOS 70 DE LA MANO DE DOS DETECTIVES DE DIEZ AÑOS
En
el verano de 1976, durante una ola de calor que todavía recuerdan los que la
vivieron, una de las vecinas de un barrio residencial de las East Midlands en
el Reino Unido desaparece. Dos niñas de diez años deciden entonces encargarse
de averiguar qué es lo que ha podido ocurrirle. Para ello, algo confundidas por
las palabras del párroco local, se dedicarán a ir buscando a Dios de puerta en
puerta con el convencimiento de que Él las ayudará a encontrar a la mujer
desaparecida y a distinguir de paso a los buenos de los malos (las ovejas de
las cabras) siguiendo el pasaje de San Mateo (Mateo
25:31-46). Durante ese proceso irán averiguando muchos de los secretos que se
esconden detrás de la puerta de cada uno de sus vecinos.
Éste
es básicamente el argumento de "El misterio de las cabras y las
ovejas", una novela en parte detectivesca, pero sobre todo nostálgica de
una época, que hará las delicias de aquellos que tuvieron diez años alrededor
de 1976, y muy especialmente de los que los pasaron en el Reino Unido. Porque
una de las virtudes de esta novela es su capacidad para recrear la atmósfera de
aquellos años, rememorando multitud de detalles de la vida cotidiana de
entonces, que serán reconocidos de inmediato por aquellos que los vivieron.
Otros de los elementos destacables serían su estilo, no brillantísimo, pero sí
correcto, así como un discreto sentido del humor que ayuda a envolver a la
perfección la mirada melancólica con la que se acerca Joanna Cannon a aquella
época.
Pero
encontramos también algunos aspectos menos acertados. Entre ellos, quizás
el principal sea el tratamiento de los personajes. Es verdad que la relación
entre las dos niñas es simpática y divertida, pero hay dos elementos, además
contradictorios, que atacan de alguna manera a la verosimilitud de la
narración. Por una parte, las niñas de diez años no son tan ingenuas como para
ir buscando a Dios de casa en casa o para entrar en confusiones o malentendidos
como algunos de los que se cuentan en la novela, pero por otra parte, tampoco
son tan maduras como para hablar con la sofisticación con la que a veces lo
hacen las dos protagonistas. A mí esto me parece un problema.
Por
otra parte, hay tal abundancia de personajes-vecinos que resulta difícil no
perderse entre nombres y direcciones. Decía Patricia Highsmith que una novela
debería estar escrita de tal manera que el lector no necesitara volver atrás
para identificar al personaje del que se está hablando. Pues, bien, yo tuve que
hacer esto varias veces.
Por último, me parece que esta novela es demasiado extensa. No habrían
hecho falta tantas páginas para contar esta historia. Se podría haber reducido
en un tercio sin menoscabar la historia. Probablemente eso habría ayudado
también a evitar la confusión de personajes.
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