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martes, 2 de junio de 2015

RESEÑAS DE LIBROS. “EL LUMINOSO REGALO” DE MANUEL VILAS (ALFAGUARA)


MANUEL VILAS HA SIDO BENDECIDO CON EL “LUMINOSO REGALO LITERARIO”

A lo largo de los cuatro o cinco días que me ha llevado la lectura de esta espléndida novela, no he podido dejar de darle vueltas a ese tópico tan gastado (como todos) acerca de lo azaroso que resulta el éxito de masas, lo absurdo de la popularidad y los complejos mecanismos que generan los fenómenos virales. Y todo por haber sucumbido a la tentación de compararla odiosamente con esa otra de cuyo nombre no quiero acordarme que trata acerca de las relaciones ¿afectivas? entre un millonario y una ingenua estudiante universitaria. Y lo recuerdo aquí, a pesar de que el mero hecho de mencionarla en esta reseña, aunque sólo sea a modo de contraste, ya supone un agravio hacia “El luminoso regalo”. No hay entre ellas más punto en común que el contenido erótico de ambas. Y a partir de ahí, ya todo las separa como polos opuestos de un imán. Mientras que una representa lo simple, la mala literatura, los personajes planos, la falta de verosimilitud, los diálogos ridículos, las situaciones grotescas, en fin…; la otra, bueno, pues todo lo contrario. Y entonces por qué tantísimos lectores para una novela que se cae de las manos y sin embargo un público tan minoritario para la que es mucho más interesante. Ni idea. No se me ocurre ninguna explicación de verdad convincente.

La novela de Manuel Vilas sigue las andanzas de un adicto al sexo, un moderno Casanova, y sus encuentros con un gran número de mujeres que no pueden evitar caer bajo el influjo de su magnetismo, el “luminoso regalo” del título. No quiero abundar demasiado en la trama porque lo que de verdad importa es la elaboración del protagonista y de su equivalente femenino, alguien, como él, permanentemente insatisfecho; los intensos monólogos interiores; los diferentes narradores (todos ellos maravillosamente poco fiables); los cambios de punto de vista; o el relato perfecto de los encuentros, sin caer ni en lo remilgado ni en lo tosco. No es fácil explicar un personaje como el que protagoniza esta novela, como tampoco lo es contar lo que “El luminoso regalo” cuenta y a mí me parece que de ambos retos sale el autor más que airoso. Y para rematar, en las últimas páginas, cuando ya parecía que todo el pescado estaba vendido y la novela iba ya llegando a puerto con calma, ¡Zas!, un final apoteósico que uno lee con los ojos como platos. Eso es un golpe de efecto y lo demás son tonterías. Habrá que seguir leyendo a Manuel Vilas porque él mismo parece poseedor del “luminoso regalo” (literario, claro).

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