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lunes, 3 de marzo de 2014

¿POR QUÉ ME GUSTA TANTO ROALD DAHL?


Llevo algunos días tratando de recordar algún escritor, aparte de Roald Dahl, que haya llegado a desarrollar una obra exitosa, o al menos digna, tanto para niños como para adultos. Después de mucho rebuscar, no he sido capaz de dar con ningún nombre. No sé si a vosotros se os ocurre alguno. Pensé en Richmal Crompton pero, los primeros relatos de Guillermo no aparecieron en revistas de niños lo cual invita a pensar que ella misma no los veía como público objetivo (de hecho, yo creo que no lo son, al menos no en exclusiva) y, por otro lado, su obra para adultos, dentro del género de terror, es bastante escasa y no muy conocida ni valorada. Enid Blyton, desde luego, no. Quizás Mark Twain aunque su obra infantil está dirigida, en mi opinión, a niños un poco mayores. Pero, sí, podría ser. En España el caso que más se aproxima sería el de Elvira Lindo aunque con sus novelas para adultos no ha alcanzado ni de lejos el éxito que obtuvo con “Manolito Gafotas”. Goscinny escribió la estupenda serie de “El Pequeño Nicolás” pero yo no conozco nada suyo para adultos salvo que incluyamos a Lucky Luke o a Astérix en esa categoría. Parece un poco forzado.
La búsqueda se hace menos compleja cuando hablamos de literatura para adolescentes. Quizás porque la frontera está más próxima. Es más fácil encontrar en un mismo autor novelas para unos y para otros o para los dos a la vez. De hecho, costaría mucho trabajo distinguir, por ejemplo, qué parte de la obra de Stevenson o de Julio Verne fue escrita para adultos y qué parte para adolescentes. Lo más probable es que ni ellos mismos se plantearan sus novelas de esa manera.

Y así llegamos al asunto que nos ocupa, porque una de las cosas que más me gusta de Roald Dahl es su insólita capacidad para dirigirse con brillantez a los mayores sin perder ni una pizca de calidad en sus obras destinadas a los niños. Estoy casi seguro de que la explicación hay que buscarla en los ingredientes, que son los mismos en ambos casos. Las que varían son las proporciones. En todos sus libros sin excepción encontramos lo mismo: humor, crueldad, ternura, giros sorprendentes,… Quizá sea la crueldad el ingrediente que, sin faltar en los cuentos para niños, se haga más presente en las historias de mayores. El humor tampoco es exactamente igual. Es mucho más negro en sus relatos adultos. Precisamente esos mismos elementos, caracterizaron también la obra de un genio como Alfred Hitchcock por eso no sorprende que llegara a adaptar un buen número de los relatos de Roald Dahl para su serie de televisión “Hitchcock presenta…”
 

En cuanto a los libros para niños, a mí el que más me gusta es “Matilda”, también es uno de los más representativos si queremos buscar la sabia combinación que hemos visto. La historia de esa niña lectora tan sensible y brillante a la que sus padres, ignorantes y horteras, envían a un colegio interno, no promete nada bueno. Que ese colegio esté regentado por una directora odiosa y abusona que tiene atemorizados a profesores y alumnos, no mejora la perspectiva. Y, sin embargo, esa trama casi dickensiana se convierte en un gozoso relato para niños gracias al abundante humor que Roald Dahl esparce por todos los rincones de la historia y gracias también al cariño que siente por sus personajes buenos.
 
 
 
Hay mil historias más de Roald Dahl y ninguna defrauda. A mí me gustan también mucho los libros autobiográficos “Boy” y “Going Solo”, quizás los únicos de su larga carrera no destinados claramente a un tramo de edad determinado. En “Going Solo” se cuentan las peripecias de Roald Dahl durante la Segunda Guerra Mundial pilotando un avión de guerra. En esta parte de su vida parece que se establece un punto en común con la de Antoine de Saint-Exupery y eso me hace recordar que el propio Saint-Exupery podría ser otro de esos escritores que ha conseguido éxitos en la literatura de adultos e infantil. Aunque no me convence del todo porque “El Principito” no deja de ser una anécdota inesperada (muy lucrativa y exitosa, también) en la obra poético-aérea de su autor. Además, aunque él lo escribió como un libro infantil, tampoco me queda tan claro que realmente lo sea.
“Charlie y la fábrica de chocolate”, por demasiado conocido, me deja un poco más frío aunque el argumento es inmejorable y los personajes, perfectos. Esos abuelos que viven en sus camas, la idea del concurso, el premio, el mismo Willy Bonka,…
Por último, no podría dejar cerrado este comentario sobre Roald Dahl sin mencionar otro de los aspectos que más me gustan de sus libros, en este caso sólo de los infantiles, y es su fructífera y larga relación profesional con el ilustrador inglés Quentin Blake. Como me pasaba al principio, también me cuesta mucho encontrar algún otro ejemplo en el que un escritor y un ilustrador hayan conseguido compenetrarse de tal manera que sus respectivas obras salgan enriquecidas y mejoradas de la fusión. Aquí a lo mejor sí podrían valernos las ilustraciones de Thomas Henry para el Guillermo de Richmal Crompton ¿Puede alguien imaginarse otro Guillermo distinto del de Thomas Henry? Tampoco me resulta posible imaginar otras ilustraciones mejores que las de Quentin Blake para los personajes de Roald Dahl, una Matilda mejor, un BFG mejor, unas brujas mejores, un James (el del melocotón gigante) mejor…
 
 
 

 
Por cierto, a lo mejor no sabíais que fue Roald Dahl el creador de la primera versión de los Gremlims (al parecer eran una especie de duendecillos que solían provocar averías en los primitivos aviones de la época).

 

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