Al principio todo era sencillo. Cuando vivía en casa de mis padres, el
orden de las estanterías era el aluvión. Según ese criterio, García Márquez
estaba al lado de Durrell o de Bryce Echenique sencillamente porque llegaron a
mis manos en la misma época, en el mismo cumpleaños o en los mismos Reyes. Este
es mi orden favorito sobre todo porque es tan personal que casi se puede
considerar un orden secreto. Nadie podría encontrar un libro concreto en las
atestadas baldas de la minúscula habitación de estudiante. Sin embargo, yo era
capaz de identificarlos sólo por los colores de los lomos y el volumen que
ocupaban en su espacio concreto.
Pero un día dejas la casa de tus padres, metes tus cientos de libros
en cajas y te plantas delante de las flamantes estanterías de tu nueva casa.
Entonces el aluvión ya no tiene sentido no sólo porque están llegando todos tus
libros a la vez sino también porque reproducir en ese salón forrado de baldas
de madera el orden anterior de tu cuartito parece de tarados. ¿Qué hacer
entonces?
Bueno lo que yo hice fue dividir los de ficción en idiomas de los
autores (español, inglés, francés y otros) y después aplicar el socorrido orden
alfabético de apellido. El resto quedaba dividido en Arte, Historia,
Naturaleza, Viajes, Cine, Gastronomía… Después, con mi descubrimiento dramático
(por la parte económica) de Ebay se formó una nueva categoría, la de los libros
viejos, antiguos o firmados por el autor.
Este criterio básico no está mal aunque a veces pienso que no tiene
mucho sentido encontrar a Coetzee al lado de Conan Doyle, a Hagaard al lado de
Hammett o a Modiano al lado de Molière. Por eso le estoy dando vueltas a un
nuevo sistema de clasificación desde que se lo leí a Javier Marías en algún
artículo. Se basa en la división inicial por lengua de los autores pero después
sustituye el orden alfabético del apellido por la fecha de nacimiento. Este
criterio me gusta muchísimo. Sólo necesito hacerme con el ánimo necesario para
recopilar todas las fechas de nacimiento de los autores de mi biblioteca y
luego con las fuerzas necesarias para colocarlos de la manera correcta. La
misión parece imposible, desde luego.
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