Cuando era más joven y la muerte aún me parecía divertida practiqué el turismo funerario en su grado más leve buscando tumbas de escritores en París. El cementerio de Père-Lachaise era con diferencia el que más tenía pero el de Montparnasse le ganaba en romanticismo y recogimiento. Además albergaba la tumba del gran Charles Baudelaire (bueno, de Charles Baudelaire y de toda su familia política) que siempre solía estar cubierta de recuerdos, flores secas, poemas, papelitos y otras porquerías que la gente iba dejando en homenaje. Entonces me parecía que había muchos gatos negros alrededor de su tumba, como un reconocimiento felino al escritor oscuro y maldito, pero ahora que lo pienso, con la distancia y un poco menos de tontería, creo que había gatos por todos lados, algunos incluso sobre las tumbas de oficinistas o industriales no malditos. Visitar el cementerio de Montparnasse nada más llegar a París se convirtió en aquellos años en una especie de rito literario. Llegué incluso a citarme junto a la propia tumba de Baudelaire con mi novia de la época (mi mujer de esta época, por cierto) un año en que cada uno venía de un lugar distinto. La verdad es que acabamos viéndonos en el muro exterior porque mi tren se retrasó, no había móviles y el cementerio ya estaba cerrado pero la intención romántica es lo que cuenta. En Montparnasse además se pueden visitar otras tumbas muy literarias también: Cesar Vallejo, Guy de Maupassant, Ionesco, Maurice Leblanc, Simone de Beauvoir y Sartre, Samuel beckett, Cortazar y Carol Dunlop, Marguerite Duras, Huysmans... Y luego está Père-Lachaise que ya entonces era una especie de parque temático del turismo funerario. En aquella época, nada más entrar le daban a uno un planito (bueno, creo que se lo vendían) indicando los emplazamientos de las tumbas de las celebridades. Supongo que hoy, tal y como está la cosa, habrá visitas guiadas y espectáculos de luz y sonido. En Père- Lachaise estaban todos: Abelardo (al que castraron por sus amores con Eloisa), Balzac, Daudet, Miguel Ángel Asturias, Alfred de Musset, Wilde (con una tumba bastante hortera, por cierto), Proust y un monton de artistas no literarios como Chopin, Rossini, Modigliani o Jim Morrison, que era con diferencia el que más visitas recibía y su tumba, como la de Baudelaire, solía estar también cubierta de porquerías homenajeantes. Y así todos los que estabamos allí (salvo los pobres que iban a visitar las tumbas de sus familiares comunes) jugabamos con nuestros planitos al juego de ?Busca la tumba? y echábamos la tarde. Resumiendo, que si la muerte no te asusta y tienes un rato, no dejes de visitar estos dos cementerios en tu próxima visita a París. Si no puedes o no quieres, también tienes este enlace para que puedas realizar una visita virtual a Père-Lachaise (mucho menos divertida que la real con planito, la verdad).
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